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De Di Stéfano a Leo Messi

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APTOPIX Germany Soccer Champions League FinalCeltic de Glasgow, Ajax, PSV Eindhoven, Manchester United, Inter y Bayern Múnich. Es la lista de los únicos equipos que en la más que centenaria historia del fútbol lograron ganar un triplete, esa imborrable cima que el Barça en siete años ha coronado hasta dos veces. Dani Alves, Piqué, Iniesta, Busquets, Xavi, Pedro y Leo Messi han logrado algo que, así, nadie más tiene. Milan, Manchester United, Inter, Chelsea, Bayern y Real Madrid. Son los clubs que en la última década han conseguido alzarse con la Copa de Europa, una vez cada uno. Las cuatro restantes van teñidas de azulgrana y hoy descansan en Barcelona tras viajar desde París, Roma, Londres y Berlín. Manchester City, PSG, Bayern Múnich y Juventus. Se trata de los campeones de las que, junto a la española, forman el quinteto de grandes ligas europeas, y también los cuatro rivales a los que ha tenido que vencer el Barça de Luis Enrique para conquistar de nuevo el título. Es la era de Leo Messi, la del F.C.Barcelona. Y lo es de la forma más incontestable que puede serlo en el fútbol de hoy. Una dinastía que escribe un nuevo libro con la misma rúbrica precisa. Con nuevo tema y nuevo estilo. Después de despedir a Abidal, Guardiola, Puyol, Valdés o, más tristemente, a Tito Vilanova, el Barça vuelve a reclamar su cetro. No ha terminado. Justo vuelve a empezar. Sin haberse ido.

La final contra la Juventus, eso sí, respetó los ecos del escenario así como la historia del rival, y apretó un encuentro que en la previa apuntaba a estar más decantado de lo que lo estuvo después. A excepción del primer cuarto de hora de juego, se enfrentaron dos aspirantes legítimos.

Los primeros compases de la Final anticiparon dos cosas: una, que cuando la Juventus apretara la salida culé el Barça sufriría, y dos, que una vez superada la presión bianconera los italianos tendrían muy complicado controlar todo el caudal ofensivo que atesora este Barça. Allegri no tenía manta para todo, tuvo que priorizar y eligió resguardarse de Leo Messi. Lo consiguió a medias. Destinó al argentino dos marcas y dos coberturas, lo cual posibilitó a la Juve tener más o menos controlado al Messi regateador alrededor de 40 minutos. Al del primer gol de la Final de Copa. De hecho, hasta que faltaban cinco minutos para el descanso, el 10 del Barça solo acreditaba un único regate en la final. Pogba se orientaba hacia su salida interior y Evra, muy enfocado a Leo, hacia la exterior. Los dos franceses de la Juventus prácticamente nunca lo defendían situados a la misma altura, sino que construían puentes que Messi debía ir derribando. También Bonucci, central izquierdo ocupando la demarcación de Chiellini, que esperaba unos metros por detrás presto para salir si el argentino superaba a uno de sus dos compañeros, o para compensar a la espalda de Evra cualquier caída a banda de Rakitic o Luis Suárez.

La segunda cobertura, después de Bonucci, la ofrecía Arturo Vidal, que se pluriempleó desde el carril central. Hablábamos en la previa de que Allegri tenía ante el Barça muchos fuegos que controlar, y de cómo según donde utilizara al chileno mitigaría el efecto de unos y avivaría a los otros, de modo que Massimiliano le pidió algo así como que estuviera un poco en todos y por completo en ninguno. Había momentos en que con su equipo replegado salía sobre Busquets, otros que protegía a Pirlo de los movimientos de Suárez a su alrededor y otros en que se vencía desde la derecha del mediocentro italiano para acudir en el auxilio de los defensores de Lionel. La indefinición defensiva de Arturo, no obstante, permitió arder un poco a todo: que Busquets aprovechara sus momentos de soledad, que Suárez brindara apoyos de espaldas al arco o desmarques detrás de Bonucci y que Leo activara su pase diagonal hacia el perfil izquierdo del ataque. De esta acción nació la jugada del gol de Rakitic, con Alba llegando cuando tanto Vidal como Marchisio -arrastrado por el chileno- se cerraban, reclamando la atención de Lichtsteiner y permitiendo a Neymar e Iniesta afrontar el ataque con libertad. Hasta tres veces sacó Leo su pase diagonal en el cuarto de hora en que el Barça pasó por encima de su rival. Atracción en derecha, cambio hacia la izquierda, ataque en superioridad y si el gol no estaba maduro, balón atrás a Busquets para alargar la cadena. La Final pudo resolverse ahí.

CG2Bq-XWcAAhKCt.jpg-largePero la Juventus sobrevivió al asedio, y gracias a los cuatro hombres  más importantes de su ataque empezó a tomar aire en una segunda fase de la final que dio comienzo con un disparo alto de Jordi Alba a la salida de un saque de esquina. Con un plan imperfecto sin balón, si quería disputa necesitaba argumentar con el cuero. En este sentido, el pastel se lo comieron Pogba y Carlos Tévez pero fueron Vidal y Morata los que empezaron a cocinarlo. El primero, ya amonestado, jugando con las normas no escritas de las finales para romper un ritmo que soplaba a favor del Barça, y el segundo lanzando un señuelo en el que picó Jordi Alba. Comentaba Abel Rojas en su análisis previo que el ex-madridista es un delantero que aparentemente hace muchas cosas pero que no todas son igual de productivas y el rival debe saber discernir. Un par de disputas aéreas y otro par de caídas a banda superando a Mascherano bastaron para que Alba interpretara que ahí había un peligro que se debía atar más en corto, y con el lateral contenido la salida de balón de la Vecchia Signora fue ganando metros. Por si acaso, Vidal le buscó la espalda en alguna ocasión al catalán para terminar de encenderle la luz de alarma. La Juventus, que con Bonucci en la izquierda empezó el partido jugando en largo hacia Pogba o los delanteros, ahora depositaba sobre los centrales y Pirlo una mayor responsabilidad a la hora de iniciar. Encontraban compañeros libres en campo propio, que eso sí lo hacen bien, y poco a poco ganaban metros.

En estas Messi y Neymar no acompañan mucho, por lo que Iniesta y Rakitic debían defender las recepciones tanto del interior que tuvieran en frente como del lateral. Si se abrían, Pogba, Vidal y Tévez podían recibir, y si se cerraban, la salida italiana era hacia Lichtsteiner y Evra. Cruzada la divisoria, la defensa posicional del Barça sufría, especialmente por Tévez y Pogba que regateaban, aguantaban el esférico y se juntaban con Evra en la izquierda para aprovechar que ahí a Alves le llegan menos ayudas. De hecho la situación terminó por “asustar” también al brasileño, que viendo la amenaza optó por correr a proteger su zona cada vez que el balón cambiaba de bando. El Barça perdía, así, su vital función de stopper en mediocampo cerca de Busquets. Afortunadamente para los azulgranas, ese paso hacia adelante con balón de la Juventus se tradujo en poco peligro real, debido a que los italianos entraban principalmente por banda y a que contra los centros desde el costado se hizo especialmente dominador Piqué. La perfecta lectura del catalán, que en esta ocasión no abandonó el centro para ayudar a su lateral sino que aguardó en zona de castigo sacándolo todo, aseguró a Ter Stegen y, sin rasguños, espoleó a su equipo para que volviera a hacerse con el control. Además, en esta y otras fases del partido, los de Luis Enrique contaron a su favor con su domino sobre el balón parado, pudiendo conceder saques de esquina sin riesgo ante la casi segura posterior anticipación de Suárez o Piqué.

El control, sin embargo, más que en tener más el Barça la pelota, estaba en que la Juventus lo tuviera menos, de modo que aunque los azulgranas aumentaran su porcentaje de posesión hasta el entretiempo y durante los primeros minutos de la reanudación apoyándose en Busquets e Iniesta, sin intimidar de verdad la salida italiana cada vez que los bianconero encadenaban pases la comodidad cambiaba de bando. A su favor, no obstante, es cierto que el Barça tenía el poder destructor de su tridente -que ahora atacaba casi sin compañía- aprovechando los espacios que le dejaran, y sin ir más lejos ya en el segundo tiempo y con una Juventus más expuesta Leo Messi empezó a regatear hasta terminar la final con la friolera de 10 dribblings completados. Sin embargo, lo que terminó pesando tras el descanso fue el cambio en la forma de atacar del conjunto de Allegri. Si en la primera mitad la opción de ganar banda se tradujo en centros a los dominios de Piqué, ahora el objetivo era la frontal. Evra, el lateral que más intervino arriba, cambió el balón al área por el pase atrás, hacia una corona en la que aguardaba la segunda línea de su equipo. Desde ahí, o bien buscaban un pase filtrado o un disparo lejano. Así llegó el empate, tras un despeje previsible y desafortunado de Ter Stegen que Morata hizo suyo. El origen fue un recurrente error saliendo desde atrás, y eso que la Juve a lo largo de gran parte de la final solo apretó de verdad en campo rival cuando Marc-André servía de puerta.

A partir de entonces, los de Luis Enrique sufrieron lo que no han sufrido en toda esta edición de la Champions League. Su rival, a tope de confianza por sus buenos minutos en el primer tiempo y animado por el gol, se lanzó a por el segundo creyendo a su presa herida. Seguramente lo estaba, pero volvió a emerger aquí la figura del legendario Gerard Piqué, levantando a su equipo en cada una de sus acciones de líder y capitán. Especialmente significativa fue, solo cinco minutos después del gol de Morata y a ocho del de Suárez, su salida a la contra con Messi y Neymar a la hora de partido. Parecida a la jugada que le permitió anotar en el Bernabéu el día del 2-6, aquella noche su carrera fue una gamberrada, quería marcar un gol en el feudo del máximo rival con el partido resuelto. Entonces era Bart Simpson, él reía y Puyol gritaba. La de ayer fue otra cosa. Fue un mensaje: “¡seguidme!“. Lo hicieron, y aunque la Juventus no cambiara, los minutos de agobio se empezaron a templar. El ataque ahora veía claros los espacios que todo el tiempo había tenido, el regate de Messi empezó a dejar defensores a su paso y sus compañeros de línea acompañaron moviéndose en buena sintonía. El uruguayo batallando con los centrales y el brasileño manteniendo tensa la posición en la punta izquierda. Fruto de ello Suárez, el cazador, recogió su enésimo rebote este año para batir a un Buffon hasta entonces salvador y adelantar a su equipo, y Neymar, con el partido ya roto del todo, anotó su décimo gol en esta Champions para empezar a celebrarla. Ha sido perfecta.


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